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Encuentro de una nueva generación

De la Ruptura y la Nueva Figuración

 

En la década de 1950 el panorama había cambiado completamente, surgiendo innumerables búsquedas artísticas y nuevos valores en la concepción de la figura, sobre todo los años sesenta fueron propicios para el desarrollo de la pluralidad pictórica de acuerdo con el contexto social que México vivía. Los artistas de la “generación de la Ruptura” no trabajaron en grupo ni sostenían ideas similares, sin embargo, coincidieron en demostrar un desacato hacia el muralismo: la desvinculación de una tradición nacional era uno de sus objetivos. La ruptura presenta una disyuntiva, no sólo entre formalismos plásticos que se habían generado por la influencia de nuevas corrientes plásticas que provenían del extranjero, sino en cuanto a su relación con la política cultural adoptada por el Estado Mexicano, que era mantener el arte de tutela estatal que había proporcionado sustento a la retórica nacionalista en años anteriores, teniendo como consecuencia la carencia de un espacio físico para las nuevas generaciones, así como de apertura en la crítica. Esta actitud gubernamental posteriormente cambió hacia nuevas perspectivas de progreso y modernidad cultural, sobre todo con la creación del departamento de Artes Plásticas del INBA en 1957.

Abstracción geométrica

 

Iniciando la década de los sesenta, la idea de transformación del ambiente urbano en México había hecho eco en algunos artistas dando como respuesta la introducción de elementos que contrarrestaran el carácter deshumanizador y caótico de las grandes capitales, aquí el geometrismo tuvo un punto de apoyo fuerte, situación que llevó a los artistas a interactuar entre el arte, la ciencia y el juego. Feliciano Béjar recobró, por su parte, el valor de reciclar como un acto creativo y restaurador con sus “magiscopios”.

Por otro lado, las composiciones de Pedro Friedeberg funcionan como híbridos constructivos que “a veces no tiene más función que abarcar un espacio que repulsa los vacíos” según Teresa del Conde. Ignacio Salazar por otra parte, se concreta a un plano bidimensional, sus pinturas son construidas a partir de principios que obedecen una simetría rotatoria. Con una propuesta diferente, Eduardo Tamariz presenta una conjugación de planos, a través de un dibujo estructural que se acerca más a una visión geométrica tridimensional. Tamariz aborda el espacio y los cuerpos que habitan en él, de acuerdo con Jorge Crespo de la Serna: “se permite libertades formales al presentar sus planos colorísticos, tonos y líneas que los convierten en cosas sólidas, físicamente hablando, hasta llegar a alcanzar un grosor que proporciona un aire desprendido, aislado…”

Crespo de la Serna, J. Jorge, cita original publicada en Novedades, 1975 y citada en Alternancias. La generación intermedia. México, D. F., Museo de Arte Moderno, Secretaría de Educación Pública (SEP), Instituto Nacional de Bellas Artes, (INBA), 1986, p. 49.

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